Las comunidades y sus luchas políticas en la heterogeneidad, el asedio a las élites corruptas
Las luchas de los pueblos colonizados adoptan formas distintas pero también mantienen continuidad a lo largo del tiempo. El levantamiento que protagonizan las comunidades indígenas en Guatemala, durante las últimas semanas, presiona a las élites gobernantes mediante las manifestaciones en las carreteras, frente al edificio del Ministerio Público en la ciudad de Guatemala, mientras exigen la renuncia de los funcionarios corruptos e invitan al diálogo con diferentes actores.
En los siglos pasados, durante la dominación colonial española, como en el momento de la dominación colonial republicana, los levantamientos indígenas mostraron la fuerza y la entereza de los dirigentes, así como la fortaleza de las personas que respaldaron las luchas. En ese entonces, cuando los indígenas avanzaban sobre sus adversarios algunas veces lograron asediar las ciudades importantes donde se asentaba las élites coloniales. Así sucedió con la rebelión de Tupak Katari y Bartolina Sisa en la actual Bolivia, a finales del siglo XVIII y durante la llamada “Guerra de Castas” en Yucatán, a mediados del siglo XIX.
En las últimas semanas las autoridades comunitarias mayas y xinkas han tenido la capacidad de convocar a un gran número de tinamit para enfrentar por fin a los funcionarios corruptos. Así mismo se han vinculado a la fuerza de muchos sectores mestizos o ladinos, para participar abiertamente en una lucha contra el mismo gobierno que extiende a diestra y siniestra sus intereses infames. En las calles, tanto las autoridades indígenas como la gente que los sigue, han demostrado que las acciones están respaldadas profundamente por las comunidades, por la gente que desea y valora una vida buena, jun utziläj k’aslem.
En el proceso de la lucha, las autoridades indígenas también han logrado articular un frente común que, como lo dictan las normas comunitarias y el sistema de autogobierno, fue definido mediante la conformación de una asamblea de autoridades ancestrales. El movimiento no lo dirige un caudillo ni un cacique, sino una asamblea conformada y que se consolida poco a poco a través de la experiencia en la lucha. De esta manera, en los vehementes discursos planteados por las autoridades indígenas, uno de ellos afirmaba que en este momento el miedo ha desaparecido, el pueblo y los dirigentes sienten la fuerza y la legitimidad de la lucha, hay claridad y contundencia en las formas de organización, en los planteamientos y demandas.
Por otro lado, algunos analistas que tratan de discutir la coyuntura, hablan de las maneras de salir de lo que ellos llaman “la crisis” refiriéndose a la posición de los funcionarios corruptos y al cambio de gobierno según el proceso electoral y los procedimientos definidos en las leyes respectivas. Al plantear sus análisis, como era de esperarse, obvian de muchas maneras la fuerte participación indígena, así como la historia de la política comunal, del colonialismo y de un Estado construido sobre la violencia. En este proceso privilegian las teorías sobre el Estado liberal, la unidad nacional, los sistemas electorales, partidos políticos y el estado de derecho.
Hay que anotar también que, aunque muchos indígenas ahora usan palabras y símbolos comunes del nacionalismo chapín, tales como democracia, guatemalteco y una bandera blanca y azul, en realidad estas nociones y objetos, finalmente son integrados a una política construida desde lo comunal. Los símbolos y conceptos del nacionalismo y el estatismo desde la voz indígena entran a formar parte del entramado comunal para responder a las lógicas de la misma. En este sentido, hay que enfatizar que los indígenas son portadores de maneras distinta de cimentar la autoridad (a través de asambleas comunales), las normas (definidas a través de consensos), el trabajo comunal (no como privilegio sino como servicio) otros conocimientos o teorías (memoria y espiritualidad). Junto a esto las comunidades también manejan conocimientos sobre las relaciones que se debe tener con otras formaciones políticas.
Todo lo dicho significa que la política comunal debe ser entendida en el campo de poder que está abierto desde la invasión europea y en este momento de recambio en el país Guatemala. Si las élites intelectuales y gobernantes siguen obviando el hecho de que en Guatemala y en Mesoamérica lo que prevalece son múltiples actores portadores de sistemas políticos con orígenes históricos distintos, pero en relación, las salidas que visualizarán siempre serán parciales o a su conveniencia. Frente a ello las comunidades mantendrán su oposición pues los pueblos que son subalternizados siempre buscarán salidas ante la dominación. En la lucha las élites coloniales, obviamente, pretenderán imponer sus perspectivas y con ellos intentarán destruir la política comunal, tal como lo han hecho desde el siglo XIX. En el mejor de los casos, las élites querrán usar la fuerza y los discursos indígenas a su favor, intentando trastocar el entramado político tejido por las comunidades, con el fin de imponer los cotos mediante un discurso legalista y moralista hegemónico. En el peor de los casos esas mismas élites intentarán desbaratar la política comunal actual, usando profusamente el racismo y otras formas de violencia y muerte.
Las élites privilegian las ideas sobre unidad nacional, en lugar de la heterogeneidad de las identidades políticas mayas e indígenas (no se habla aquí de diversidad cultural, sino de múltiples posiciones políticas definidas en la historia y en la lucha). En este momento de la acción política comunal centrada en el cuestionamiento hacia los corruptos y en defensa de la estrecha democracia, sobresale el hecho de que el Estado guatemalteco está construido sobre nociones que legitiman el poder de las élites. Un Estado de democracia real, en un espacio social como el guatemalteco tendría que responder o estructurarse de acuerdo a esas múltiples identidades políticas. En este ínterin las voces, de muchas de las autoridades y comunidades indígenas, muestran su negativa a seguir siendo representados por sus verdugos colonizadores.
Cuando las luchas comunales avanzan, pero al mismo tiempo las élites se aíslan y no admiten ningún tipo de negociación, lo único que les queda a las autoridades indígenas y a las comunidades es sitiar a sus adversarios para forzarlos a dimitir. Durante casi un mes, las comunidades indígenas y los sectores populares de las ciudades han demostrado su fuerza en Guatemala. Las élites corruptas que son cuestionadas sin embargo, con su usual racismo, se han negado a dialogar. En su momento, cuando los funcionarios del Estado se han visto obligados a establecer algún tipo de acercamiento con la gente que protesta, siempre se han portado como patrones intransigentes y mandones, que somatan y hacen notar la amenazante pistola sobre la mesa. Esos funcionarios han planteado argumentos legales aduciendo que las leyes los atan. En lugar de privilegiar diálogos para buscar consensos sobre los cambios políticos que se necesitan, se han atrincherado en un sistema legal que ellos mismos corrompen cuando se les antoja.
La lucha de las comunidades indígenas es fuerte en este momento, las autoridades comunitarias han establecido un frente común definido como asamblea de autoridades ancestrales. Ellos son actores fundamentales en una lucha que empieza a establecer un cerco político alrededor de los funcionarios corruptos, una acción que podría durar meses hasta alcanzar los objetivos inmediatos. En este momento cuando las comunidades indígenas en levantamiento tienen copada a las élites corruptas, se preparan para una larga lucha que tendrá hermosos frutos para los próximos años y para las generaciones venideras.
Foto de portada: Miguel Felipe Pajarito, 2023.